Datos del Libro:
Autor: Tomás José Riva.
Ilustradora: Graciela Molteni.
Correctoras: Nelia Irma Curone de Mazzoleni y Graciela María Raffo.
Prólogo: Jorge Sichero.
Editorial: Ocruxaves.
Año: 1991.
Auspiciado por la Municipalidad de Cañuelas
Ejemplar de la Biblioteca D. F. Sarmiento de Cañuelas.
Reseña:
PRÓLOGO
Con "EL HUEVO VERDE EN LOS JARDINESDE MARZO" Tomás José Riva prosigue jalonando una enjundiosa y no menos meritoria labor poética, al afianzar —con esta publicación— un nuevo hito de su proceso ascencional, manejado el estro fiel, magmático e infatigable, en virtud de una casi —diríamos--- incesante inspiración, que lo unge argonauta de un vellocino de lirismos, vástago oficiante por mistérico designio de las musas.
Y nos felicitamos de ello aunque aún aguarde a su plenitud el acecho que en roca y ladera encubre cima, ardua perfección para la que fue dotado por una singular vocación que es docencia al mismo tiempo. Pero-contamos con su promesa de proseguir apasionadamente en ésta, su cruzada. Porque a este develamiento que significa "EL HUEVO VERDE EN LOS JARDINES DE MARZO", ya se nos anuncia que le sucederá "LAS SOBREMESAS DEL OCTAVO FUEGO", un nuevo título al que adicionamos certidumbres de otra escala ascendente.
Pero detengámonos en el libro que ahora se abre trémulo en nuestras manos. Es un canto. Es el canto de un hombre vitalmente asido y amante de sus añoranzas y reminiscencias hogareñas, paterno lar contiguo a su experiencia escolar adolescente que obvia simbólicamente el nombre dado a esta obra. Porque tal nombre vincula estrechamente la alusión a los reinos —vegetal-- "los jardines de marzo' y —animal— la referencia al "huevo verde" (pido perdón por esta inversión en el orden de las expresiones al querer desmenuzar significantes). SÉ porque estamos en presencia de un poeta al que sitúan latitudes y coordenadas de "lares" y "mores" domésticas transfiguradas por emociones evocantes cuya sublimación las torna más bien un tiempo vibrante y presente que la perdida memoria de un pasado antañoso.
- Y podemos afirmar categóricamente que ello es debido al sino caudaloso y agonal del propio RIVA, al revelarnos la clave de un latido humano no sólo sentimental sino también solidario dentro del contenido de sus raigambres telúricas y de aire familiar.
Y gozosamente nos aprestamos a acompañarle dela mano y al son de su dichosa voz emocionada, que es nutritiva, cálida, fraterna, y tan celebrante como un eco de campanas. Pero de campanas que concitan no sólo por la resonancia sino también —de pronto— por un callar augusto, cuando inductivamente RIVA filtra savias de susurro, porque el poeta suele traspasar sus mismos ecos para reunirse inesperadamente con el silencio original de su recogimiento.
Alterna pues un venero de amor, hemorrágico y aluvional con sustantivas y subterráneas corrientes que embargan al lector desde los ojos al corazón. Es que el infuso asombro del aeda deviene en incontenibles confesiones que sólo gradúa la tensión emocional de sus escritos según aspegue memorioso entre los seres y las cosas que desde niño se le fueron encarnando afectivamente ya plena luz, para que el mutante metabolismo del espíritu produjera su ósmosis humana y arrancara a las cuerdas de la lira un prístino vibrato.
Pero cabe señalar algo más en la vocación de RlVA, y debemos declararlo. El poeta sale del edén de sus jardines primigenios y sortílegos, y ante un nuevo escenario su instrumento da a pulsar cuerdas mayores. Y así profesa y no silencia su devota fe religiosa, o se manifesta testigo y profeta insomne de su pueblo natal, Cañuelas, de cuyos vaticinios y fastos resulta vate natural. Y finalmente con un más universal coraje, echa a andar su existencial mirada sobre el mundo que lo rodea, esa otredad que le sugiere un juicio social conciente sobre su tiempo. Es decir, su numen nostálgico que apuntara encantos a lo Carriego como en la admirable Ironía del payaso , o a lo Pedroni o Almafuerte como en "El Tren, entreabre una vena argentinista que se vuelve zaga, al reconocer epónimos antepasados de pluma ilustre o fundacional protagonismo, como un alimentario ancestro espiritual. Con ellos augura una raigal y venidera nación argentina, certera y sumadamente encolumnado en la tierra que honradamente pisa su presentimiento.
Este casi "walwhitneano" multifacetismo, retumba a veces, otras veces canta o llora como en "Los tres", memorable elegía de ausencias, y otras veces siembra una lección docente y sapiencial desde las calles y lugares de sunatiuo lar, recuperado hacia el trasego lejano de un tiempo escolar, sin variar nunca el agilísimo ritmo interior -de su verso, cautivante virtud, ni las calidades de un lenguaje que por atildado no es menos directo, al espejar un rostro coloquial de franqueza sin límites.
Pero también cabe rastrear en nuestro poeta, algo del insigne Antonio Machado, como augur que "canta su historia y cuenta su melodía" en la linfa de poemas epifánicos y hasta elípticamente pindáricos. ¿Qué aguas de aljibe solariego laten en su hondor genuino y fontalmente profundo al alcanzar con reflejos, altos y frondosos ramajes, trepándose al cántico desde raíces y fibras? Porque bardos como RIVA, acendran filial y entrañablemente el "ser nacional "(expresión sin validez y polémica para quienes suele mellar él desarraigo).
Saludamos pues en RIVA, a un poeta tan esencial, grata y admirativamente sorprendidos, por el don hacedor de esta densa entrega, "trofeo que ha ganado al tiempo" según propias palabras, y en nuestra convicción un eminente e hierofante mensaje de lo humano. Y estrechamos su mano de creador y amigo poniéndonos de pie, porque el poeta no sólo se ha reconocido un hijo de lar entrañable, sino también vocero testimonial y lírico de su pueblo natal y aún de su patria. Y su voz, si nos habla "a imagen y semejanza de Dios" como la de un bíblico dador peregrino, proclama un canto y pro /etismo que conlleva una predestinación.