Nuestra (S) Plaza de Mayo

Datos del Libro:

Autor: Carlos Moreno y Leticia Maronese.

Ilustraciones: Carlos Moreno y Leticia Maronese.

Editorial: Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Año: 2007.

Ejemplar de la Biblioteca D. F. Sarmiento de Cañuelas

Reseña:

PRÓLOGO

Durante el siglo XVII, la plaza era, simplemente, un lugar de encuentro social y de comercio, una prolongación de calles que en realidad casi no existían. Allí se abastecía la población de los productos corrientes y se regateaban los artículos importados ofrecidos "por única vez" (especialmente de origen holandés) bajados de barcos anclados por supuestas "averías" en el puerto.

En el siglo XVIII, los buques anclados no tenían banderas muy variadas. La mayoría era de procedencia británica, desde que —por decisión de la Corona española borbona— los ingleses obtuvieron permiso para comerciar legalmente "las piezas", eufemismo con el que se denominaba a los africanos esclavizados.

Más entrado el siglo, España intentó retomar el control de sus colonias. Para ello utilizó, además de la guerra, un conjunto de cambios administrativos. La creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 convirtió a Buenos Aires en capital y residencia de máxima autoridad: Mientras tanto, crecía la actividad de su puerto, al que llegaban los productos de España para todo el Virreinato. A principios del siglo XIX, la plaza-mercado, que hacía tiempo reclamaba reformas, quedó dividida por una recova.

Muy pronto le llegó su bautismo político al convertirse en campo de batalla en la lucha contra los ingleses durante las invasiones de 1806 y 1807.

Y poco después estalló la Revolución. Es probable que, en mayo de 1810, los criollos que presionaron a los cabildantes desde la plaza, no imaginaran siquiera la magnitud de la escena que estaban protagonizando, ni de cuánto pesaría en la historia de una nueva Nación que estaba por crearse. Sin embargo, ya en 1811 los festejos del primer aniversario del La Revolución tuvieron lugar en la plaza. Y en octubre del año siguiente, volvió a ser ocupada por grupos políticos que reclamaron —y consiguieron- un cambio de gobierno.

A pesar de estos comienzos, los movimientos obreros y políticos (socialistas, anarquistas o radicales) de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, eligieron otros lugares de la ciudad para manifestarse. Recién el peronismo la recuperó y consagró definitivamente como espacio público para la política. Y a partir de ese momento, la Plaza de Mayor es un escenario permanente que —ya sea por los actores que la ocupan o por la ausencia de ellos— va tiñéndose de significados que acompañan la historia del país. Allí se reclama o se impugna el poder. Se demuestra consenso y legitiman gobiernos. Es la plaza de los trabajadores en el peronismo y del antiperonismo de la Revolución Libertadora. La meta tenazmente perseguida por manifestantes —y duramente resistida por policías y militares— a comienzo de los '70. Es el espacio de enfrentamiento de los distintos peronismos entre 1973 y 1975. Es la plaza vacía en el '76 y la de las Madres a partir del '78. Es la plaza de Malvinas en el '82 y la de la democracia en el '83; la de las marchas contra la impunidad en década del '90, la del cacerolazo y de represión y muerte en 2001. Es la plaza de los desocupados en los años siguientes, y hoy es también el sitio donde los visitantes extranjeros acuden a fotografiar esa insólita profusión de marchas. Quizás para algunos turistas no sea más que un aspecto colorido de nuestro paisaje urbano. Para nosotros es una reafirmación permanente del carácter político paradigmático de una Plaza de Mayo cuya carga legitimante nos impulsa, una y otra vez, a decir ¡Todos a la plaza!